|
EL LARGO ANGELUS Aquí aguardo sentado cerca del sol, sin prisa, contra el muro de luz que es parte de mi casa. Aguardo a que termine lo terminable un día; mi sombrero me cubre, apenas si levanto los ojos hacia el cielo: prefiero la victoria mil veces de la cabeza baja, y el corazón quebrado en un sinfín de partes. El tiempo como incienso de gloria, reclamará a mi alma nuevamente, sin saber que por siempre fueron los miembros torpes, inútiles al mundo y a la vida ordinaria, inútiles a la extraña pobreza de la gente. Mejor aguardo aquí (así os digo), en esta esquina blanca de mi casa. Seguid vosotros adelante, el alma está vencida para sufrir por íntimos caminos. Yo he de llorar esta victoria solo. Seguid vosotros adelante y que vuestra canción no turbe mi descanso. Ahora, todo de amor, de odio a un mismo tiempo, seguiré sin moverme en mi triunfo, libre de la sonrisa, del suspiro de gracia, lejano del elogio del hombre, de la dicha y el goce que aprisionan. He de seguir aquí, herida abierta, que no sabe otro mundo que su dolor continuo. He de seguir aquí, otoño que no acaba, pálido fuego, árbol siempre llorando sus hojas amarillas. No miréis hacia mí la puerta está cerrada. Dejadme en mi silencio por los siglos, amigo de mí mismo, aislado de vosotros, como barca perdida en mitad de los mares. A pesar del amor, del odio incluso, no acariciéis la frente, dejadme adormecido junto al muro olvidado de mi casa. Yo soñaré mejor que el campo está tranquilo, que no vendrá la sombra prontamente, que los días son largos y hay luz hasta muy tarde... |
|
|