SULTAN AHMET ÇAMII
                  [LA MEZQUITA AZUL]

     Con las manos detrás, sobre la espalda,
mirando hacia lo alto, al cielo,
del que son embajada las altísimas cúpulas,
camino descalzo por el mar de alfombras
de la Mezquita Azul... La mañana se filtra
a través de las alegres vidrieras
que inventan otra luz, otro modo de ser
del día; otra manera de ser de la luz,
que es ya emoción,
porque el corazón late más rápido.
Azulejos de ensueño, de verdes y de azules,
con el brillo de siglos y de gemas cautivas,
componen ese cosmos de geometría o locura:
tulipanes y ramos, claveles o planetas;
dorados laberintos en los que se quedaron
los ojos del calígrafo... Resuena aquí una fe
que es una brisa y una queja,
ese canto desde el mihrab lo afirma ahora,
y es un llanto que endulza de lejos la esperanza.
Genuflexos, los fieles prosiguen su liturgia
y se inclinan o besan un suelo de pisadas;
pisadas en lo santo de plantas temerosas...
Siento que tiembla el mundo y que aquí,
bajo el regio velamen de esta nave doliente,
-acaso un espejismo-, tiene mi vida
ese cobijo que, quizás, la redime...
"No puede ser, no puede ser -me digo-,
esta lujuria, esta explosión de luces,
este delirio que nos conquista la voluntad,
este oro que flota, este polen
al que el alma no sabe oponer resistencia"...
Aguardo a que termine la oración, un instante,
y me quedo a solas, bajo la inmensa corona
de lamparillas que llamean sobre mi cabeza.
Respiro el vaho sagrado que alimenta al espíritu
y ensueño junto a una columna de briosos nervios.
Dios está aquí, en esta desmesura,
en esta dolorosa fantasía de los hombres,
que oran con la cabeza cubierta
y tienen los dedos resecos
por las cuentas de sus rosarios.
Afuera el Mar de Mármara,
azul, como el color de los ojos de la favorita
es un mar calmo, de seda, un mar dormido,
en el que se han quedado varados los grandes navíos,
varados por el hechizo inexplicable de un deseo.
Por esta gran burbuja preferida y gigante
va mi vida errabunda; la luz y el salmo
la consuelan, porque lejos de esta ilusión,
(que la retina mira con hambre,
por miedo a que se desvanezca),
la desventura sigue aguardando
con sus trampas secretas.


    TUMBAS EN LA CIUDAD

Escuchar el poema


    Repica el agua en la verde maleza
que ahoga las tumbas de los antepasados:
estelas inclinadas y hundidas en la tierra
llevan grabadas frases que en su vida
los muertos idearon. Sentencias y deseos,
sueños tallados en la piedra.
Y ahora la lluvia toca sus pensamientos
y resuena también, verde y furiosa,
en la maleza que es su única amiga.
Dentro parpadean las lámparas de la mezquita
y se inclinan las sombras de los fieles.
Aquí fuera la lluvia, la lluvia que viene
de ese cielo tan gris, como el polvillo viejo
de los huesos; tan gris como el destino
de ceniza que a todos nos espera.


 DESDE LA TORRE GÁLATA

Escuchar el poema


    Contempla allá esa luz
que hacia el poniente es sangre.
Esa luz que parece inventarse la ciudad
en sus atardeceres. Distinta cada día,
contémplala desde aquí y mira cómo asciende
desde la urbe que la sueña,
mientras se van haciendo eternos los perfiles
de cúpulas y de minaretes.
Quisiera el alma retener para siempre
este latido vivo que llega de la entraña
de la ciudad, este pálpito,
este rumor infinito de voces
que se mezclan y se contradicen.
Azota el viento el rostro y guarda el ojo
su lágrima penúltima
para gozar la acuosa imagen del milagro.
Por el Cuerno de Oro van mis sueños
que solté desde aquí, desde la Torre Gálata,
como un puñado de palomas.



AMANECER FRENTE AL MAR DE MÁRMARA

Escuchar el poema


    Sé que mi corazón alguna tarde
recordará estas aguas quietísimas
del Mar de Mármara y este liviano
encantamiento azul
del cielo que las sueña. Sé muy bien
que mi corazón alguna tarde,
en el jardín, quizá, ya del crepúsculo
buscará este frescor, estos reflejos
del lento amanecer que ven mis ojos.
El mar, el Mar de Mármara,
con buques para siempre varados
en sus aguas, con buques que renuncian
a cualquier travesía, 
quietos también sobre las aguas quietas.
Los pájaros escriben con sus vuelos
en la celeste página de la mañana
el salmo que recito de verdad y belleza.
Esta visión, esta emoción
viaja ya por el tiempo hasta ese día,
para dejar temblando su milagro.
Entonces, me acordaré de hoy.



BAZAR EGIPCIO

Escuchar el poema


    Desde el Bazar Egipcio
se expande por el aire una oleada
de esencias. El humo primitivo
de los hogares adormece a la tarde,
que huele a mar y a profecía.
Triunfa en el aire, loco por el perfume,
la oración desgarrada de las mezquitas,
la que gime o invoca
el nombre santo de Alah.
Miles de llamas diminutas oscilan
sobre las nucas tocadas de los fieles,
que juntan sus congojas bajo las cúpulas.
Todo me hiere: la tristeza, el perfume,
la adorable cascada de colores ardientes,
el mar, los rostros que me miran,
las palabras aisladas; todo me hiere
en esta hora inquieta de mi vida,
que salta de la nada al paraíso.



     NARGHILE

    Raki al atardecer,
turbio en el vaso.
El cafetín humea
y las narghiles
dispersan por el aire
un olor a manzana.
Fija el sol su reflejo
de sangre en los cristales.
Mostachos casi azules,
ojos negros con cercos
misteriosos y tristes.
La tarde ya se va,
pero en el alma
nos queda este perfume,
y en la boca,
el almíbar rabioso
que tienen tus palabras.


         NAZIM HIKMET

    Me acuerdo de tu vida, Nazim Hikmet,
ahora que tu memoria me viene,
como si fueras tú el que llega,
silbando por las calles...
En ese muro pudo haber un poema
dibujado por ti en forma de rayo;
un poema sobre las mil caras
de la nostalgia.
Y entiendo, como nadie, esa nostalgia,
ahora que estoy junto al Bósforo,
uno de tus maestros.
Tú por las cárceles de Bursa, de Ankara,
de Çankiri, soñando en Estambul,
y yo por la ciudad que tú soñabas...
Entiendo, como nadie, esa nostalgia
que te inspiró rogar
la gracia de una hora en Estambul,
sólo una hora en Estambul.
La cárcel, el exilio, la libertad, el arte
que recuerda "la pupila
de los hambrientos"...
Hoy te evoco, Nazim Hikmet, aquí,
en esta orilla de la vida:
llamo a tus quince heridas,
a tus calles vacías,
a tus horas de raki y de tabaco,
a tus noches perfectas,
a tus visiones,
a tus presentimientos ...
El mar mece a sus barcos,
las gaviotas desenredan misterios,
nadie ha muerto en los muelles,
en lo que va de año,
pero aún le queda algún tiempo
a tu utopía.
Hoy, sobre nuestras cabezas,
Nazim Hikmet,
también "el sol es un turbante de fuego"
y esta noche la luz de la luna
es posible que crezca
"como una inmensa flor azul".




                             (subir)