NOCHE INICIAL
            (Preludio)

        Qu'es-tu près de ma nuit d'éternelle longueur?
                                                Paul Valery
                 I

     Tiembla toda la noche en tu pupila.
Aquel jardín encubre
el único diamante de las aguas…
Agreste cercanía, presencia muda, tiniebla,
ensueño envuelve el cálido rumor de la fontana
que da un reflejo de ondas.
En lo oscuro crecen todos los árboles, las sendas,
y las blancas estatuas se miran con fijeza.


                 II

     Pérgolas van sonando en la espesura,
latido del antiguo surtidor
se alza y no hiere, cunde
la ingrave melodía.
Azul se transfigura el prisma leve,
la aureola indecisa del astro, al remontarse.


                 III

     Un ánade cruzó, ¿viste la nieve?,
sonámbulo buscaba esta esmeralda.
Espejo sin figura el parque alivia:
su llanura de sombra, su continuo mecerse,
la rápida corriente de su curso.


                 IV

     Brisa de la armonía, cadencia oculta,
aleve levitar de la veranda. Espiga de la dicha,
secreto sobre un mar de oscuridades, jardín, pluma
del cielo, animal receloso, insecto en la mirada,
cristal en que se fija el universo… Ni un ser
turba el reclino de la avenida umbría;
caricia se mantiene por los álamos.


                 V

     Se abre la flor al río de tu nombre.
Lanza su altar el nácar de la estrella.
Cumple su fin la cumbre del paisaje.
La sierpe se desliza cautelosa,
la lumbre de la voz ya no amenaza.


                 VI

     Ráfagas de perfume, bisbiseo de las hojas,
alfombra de mil pétalos; herida de esplendor
curva la danza de todas las corolas.
Se adivina el rescoldo que los soles dejaran,
las ascuas aún prendidas de las más altas copas.
Se adivinan los labios de la noche benigna
detenerse al afán de esa estela de olvido.


                 VII

     Un salmo se condule en la enramada.
Un pájaro no sueña con la altura. Se estremece
la franja de verdor; en los estanques,
peces van ondulando refulgentes de asombro.
La penumbra declina con lenta algarabía,
al tímido fulgor de la vigilia.


                 VIII

     Redonda es la amenaza
del fruto tembloroso en los aljibes.
Desde su pedestal, descienden las estatuas
y beben del frescor de aquella fuente;
luego miran al cielo de mil astros
y olvidan la leyenda de sus vidas.


                 IX

     Tanto espejo conduele, tanto aroma
sobrevolando el limbo de las flores.
Tanto ademán encanta la mirada:
el hechizo perdura;
dizque los parques viven.


                 X

     Redoma del azul, al aire se estremece
la música pulsando desvelada.
Es firme este candor, da vueltas con la noche,
cuando todos los sueños se cruzan por el aire
y la ciudad no entona desvarío.


                 XI

     Tapiz innumerable, miran a ti lo ojos
del que ama. Dulce costumbre es transitar
el cielo de un milagro. Intimida
el rocío, dispone ya en tu rostro
las gotas de candor que trasparecen.


                 XII

     Anónima blancura, sigue el ánsar
perdido en el verdor.
No máscaras que cuelgan, sonrisa
de los frutos madurándose, celaje
de las flores que, estallando, derraman
el ungüento, la mínima verdad
de sus pistilos.


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